Mercados, Zona Porcino

Garantía de seguridad alimentaria marca España

En ocasiones anteriores hemos hablado de la estrategia “De la granja a la mesa”, una iniciativa que, más allá de lo que muchos piensan, no solo pretende garantizar el suministro de alimentos frescos y seguros a la población europea, sino que también tiene como objetivos fomentar la alimentación saludable, el bienestar animal o la reducción del impacto climático... en definitiva, construir un sistema alimentario más sostenible.

Por eso esta estrategia está comprendida dentro del Pacto Verde Europeo, porque, aunque la prioridad es que los alimentos sean seguros e inocuos, en paralelo se busca transformar la forma de producir y de consumir alimentos en Europa.

Y en este sentido, una de las ventajas derivadas de la implementación de la estrategia “De la granja a la mesa” es la posibilidad de conocer todos los intermediarios que participan en la cadena de suministro. Es decir, desde el productor, hasta el consumidor, todas aquellas manos que hayan tenido contacto con los animales y su producción quedan registrados, de tal forma que el consumidor puede saber el recorrido que han seguido, en este caso, los productos de porcino. Y este concepto es lo que se conoce como trazabilidad.

El itinerario de la cadena ganadero-cárnica

Si tenemos en cuenta que todos los eslabones de la cadena alimentaria tienen la capacidad de influir sobre la seguridad y calidad de los productos, entonces el término trazabilidad cobra sentido.

Hablamos de un seguimiento que no solo el propio consumidor demanda y que las instituciones fomentan, sino que la legislación exige desde 1998, año en el que se aprobó la normativa para regular la identificación y registro del ganado, así como el etiquetado de la carne y sus derivados.

En este sentido, la ley determina cómo debe identificarse cada animal y cómo deben registrarse sus movimientos desde el momento mismo de su nacimiento, cuando el ganadero deberá notificarlo a las autoridades y apuntarlo en su libro de registro, para después colocar el crotal al animal.

De la misma forma, las salidas y llegadas de animales a la granja deberán ser notificadas, realizadas bajo supervisión veterinaria y anotadas en el libro de registro. En todo momento, el animal deberá llevar su crotal identificativo que en caso de pérdida o deterioro deberá ser reemplazado. Pasado el periodo en el cebadero, llegamos al momento del sacrificio que debe ser también registrado.

Así, mediante el rastreo de la ruta a través de la cual va avanzando el animal, gracias al seguimiento de su número de identidad, por un lado, es posible detectar el foco de enfermedades para retirar los lotes afectados y por otro, el consumidor puede conocer el lugar de producción, transformación y distribución de la carne de porcino.

Una circunstancia de gran beneficio para el mercado porcino de nuestro país ya que, en el caso de ser de procedencia española, ello le otorga la fiabilidad de haber sido producido bajo estrictos requisitos y exigencias sanitarias, garantizando con ello la seguridad alimentaria.